Nuevo capítulo de esta sitcom a su pesar capaz de aunar tramas muy bien ejecutadas con otras de una trospidez tan alarmante que si las hacen a propósito no les salen. Este episodio podría cogerse como ejemplo del Bien y el Mal encarnado en serie. De lo que un aspirante a guionista puede hacer para edificar unos personajes consistentes y nunca debe hacer si no quiere que todo se le caiga como un castillo de naipes de comodines carcajeantes. La parte del león se la llevan en esta ocasión los dos mejores personajes que nos ha ido dejando la temporada: El Pingüino y Bullock. La vergüenza ajena, a falta de ese perchero parlante llamado Barbara Kean, recae fundamentalmente en la cada vez más incoherente y superflua trama de Fish Mooney (cuánta pasta han debido desembolsar Mr. & Mrs. Smith para asegurar su cuota de pantalla...). ¡Ah! Y como hacía tiempo que no contábamos con su presencia... ¡vuelven los superabuelos! Alguien del equipo de guionista padece una gerontofilia de grado mayúsculo. Que alguien le dé su medicación a esa pobre alma, por favor...
Empecemos por la ponzoña abyecta... estoooo... por las desventuras de Fish Mooney.
Por fin conocemos a Dulmacher (¡Hail Hydra!) más conocido como Dollmaker (o Muñequero), que es lo poco bueno que podemos sacar de esta parte. Se supone que tendrá su importancia de cara a la segunda temporada, esperemos que con algo que encaje con la temática general de la serie. Vamos, que dé un poco de guerra en Gotham en vez de estar por ahí de picos pardos por esas islas del Señor, sin osos polares, humo negro ni nada. Todos los demás momentos de esta subtrama se perderán en el tiempo dos segundos después de que hayan pasado ante nuestros ojos.
Entrando en materia sobre la trama central del capítulo, está basada en una buena idea. Arnold Flass vuelve a estar libre de cargos después de que Gordon destapara su corrupción.
Escarbando un poco descubrirá que el máximo responsable de esta situación es el comisario Loeb, podrido hasta la médula. Y esta vez el peón que ha utilizado en su juego es a... Harvey Bullock, que confiesa que falsificó las pruebas para encarcelar a Flass. ¡Chúpate esa mandarina! ¡Una sorpresa genuina en esta serie! La cosa tiene truco, claro está. Bullock confiesa a Gordon que no tuvo elección porque Loeb tiene a casi todo el departamento en el bolsillo, de ahí el poder que detenta.
En palabras del propio Bullock: "Todos tenemos un Cobblepot, pero el nuestro no ha vuelto de la tumba". Gran frase que lo resume todo. El comisario guarda a buen recaudo los trapos sucios de todos y cada uno de los agentes a su cargo, razón por la que ha de hacerse su voluntad. El objetivo será recuperar las pruebas para darle la vuelta a la balanza de poder. Tras una estrambótica escena que incluye a Harvey Dent (para que no nos olvidemos de él), una docena de chinos armados con cuchillos ginsu de esos de la teletienda y una de esas verjas mágicas que tanto le gustan a los guionistas, llegamos al meollo la cuestión.
Hay que buscar información, y para conseguirla Gordon habrá de firmar un pacto mefistofélico con el Pingüino: su ayuda a cambio de un futuro favor al que no podrá negarse. La revelación será que Loeb y Falcone trabajan juntos. Mal asunto.
De esta forma, Cobblepot conduce a la pareja de detectives a un escondrijo de Loeb (y Falcone) regentado por una adorable pareja de abueletes de tendencias un tanto bipolares. De verdad, qué manía con las escenas de
"superabuelos"... Quitando el aire que no absorbe y las tendencias homicidas geriátricas, en lugar del archivo de pruebas lo que descubren es al
"Cobblepot" del propio comisario Loeb. Una hija que mantiene encerrada con la chaveta perdida y que fue la causante de la muerte (aparentemente en un accidente) de su esposa.
De esta forma, las tornas cambian. Gordon tiene su secreto y lo utilizará sin dudarlo. ¿Para desenmascararle y expulsarle? No. Ahora que lo tiene comiendo de su mano empezará por limpiar las pruebas contra Bullock "liberando" así a su compañero. Además de mantener a Flass tras los barrotes y exigir su apoyo público como candidato para la cabeza del Sindicato de la policía.
Poco a poco, Gordon va a aprendiendo que para sobrevivir a Gotham hace falta que la conciencia se esconda y la mala leche fluya en los momentos apropiados. ¿Será el nacimiento de un nuevo Gordon más encallecido, o este momento también se perderá como lágrimas en la lluvia? Lo que sí se quedará en la memoria es lo que gana un capítulo cuando Bullock cobra más protagonismo. ¡Más Bullock, por favor!