"5-0". En argot, una expresión hecha para designar a un oficial de policía, curiosamente originaria de la mítica serie de televisión de los 70 "Hawaii 5-0", y dónde el número refería a que Hawai es el estado número 50 de los EEUU. Ya se sabe, los alias se crean de las formas más inverosímiles. Partiendo de esta base, todo nos indica que el cuerpo de policía va a tener una importancia vital en este capítulo. Y eso nos lleva a Mike, de cuyo pasado policial en Filadelfia ya hemos tenido destellos y que se va a convertir en el protagonista absoluto del episodio de hoy; episodio que además va a suponer una ruptura total con lo que la serie nos ha mostrado hasta ahora. Por una parte, toda la trama gira en torno a quien hasta el momento ha sido un personaje secundario; por otra parte, el habitual humor renegrido se deja prácticamente de lado siendo sustituido por una carga dramática aplastante que convierte a Mike Ehrmantraut en casi un personaje de tragedia griega. Un alma rota sumida en una vorágine de sucesos que bien podrían formar parte del desestructurado y grisáceo universo policial de todo un James Gray o un Dennis Lehane.
La escena de apertura ya nos llena de información en base a pequeños detalles. Mike llega en tren a Albuquerque y la joven a quien contemplaba silenciosamente al final del capítulo anterior está esperando para recogerlo.
Una bienvenida cordial aunque fría indica que tienen un pasado compartido donde ha existido algún elemento perturbador. Tanto como la herida de bala que intenta ocultar a la chica por todos los medios, haciendo gala de su siempre envidiable cantidad de recursos para estudiar y adaptarse a cualquier situación. Esta escena da pie a la fracturación de la trama en tres lineas temporales diferentes: el presente, el pasado cercano y el pasado algo más remoto.
El pasado cercano corresponde al momento que vemos en la introducción, donde descubrimos más cosas acerca de la relación entre los dos personajes. La chica se trata de Stacy, la nuera de Mike y madre de su queridísima nieta. La relación entre ambos se ha visto marcada por la muerte de Matt, hijo de Mike y marido de Stacy, que ha vuelto del revés sus vidas.
Este hecho se apunta como un punto de inflexión a partir del cuál el dolor de la pérdida, las extrañas y violentas circunstancias en las que se produjo la muerte de Matt y los secretos ocultos han hecho mella en sus vidas. Una relación tormentosa enrarecida por la búsqueda de respuestas de Mike en el fondo de una botella.
Tras ponernos en situación, se da paso a una escena que continúa directamente del final del episodio anterior, con Mike siendo interrogado (sin ser detenido) por dos antiguos compañeros de su etapa policial en Filadelfia. ¿Quién es el abogado al que se acoge para asistirle en el interrogatorio? Nuestro James McGill, por supuesto.
Sin embargo, no lo solicita por su pericia en la abogacía y su verbo privilegiado, sino por una razón más prosaica: necesita su ayuda para quitarle su libreta de apuntes a uno de los policías, café derramado mediante. Aquí se empieza a consolidar la relación entre Mike y James, y vuelve a evidenciarse la infinita capacidad de adaptación y buen ojo del veterano ex-policía. Sabía que James, bajo esa capa superficial de sarcasmo y parloteo incesante, estaría dispuesto a ayudarle en su treta.
El fondo de la cuestión es la investigación del asesinato de dos antiguos compañeros de Matt... crimen del que Mike es uno de los principales sospechosos.
Esto nos lleva a la verdad sobre la fatídica noche en la que los agentes Hoffman y Fensky fueron asesinados; una larga noche que discurría como otras muchas de esa época, con Mike sentado en la barra de un bar frecuentado habitualmente por policías vaciando un vaso de bourbon tras otro; una velada compartida con la poco agradecida compañía de los antiguos compañeros de Matt y a quienes, con la sinceridad otorgada por el alcohol, acusará de la muerte de su hijo por no querer doblegarse a la corrupción imperante en el cuerpo. La noche terminará como tantas, con el aviso de cierre mientras el amanecer despunta en el horizonte y una tambaleante vuelta a casa.
Sólo que la rutina se rompe cuando Hoffman y Fensky aparecen para ofrecerse a llevarle, aunque sus intenciones son mucho más pérfidas. Es un buen momento para acabar con quien puede tener pruebas de su culpabilidad sin levantar sospechas. Salvo por el detalle de que Mike, como siempre, lo tiene todo bajo control y acabará ejecutando a la perfección su plan para obtener por fin la verdad y vengar a Matt. Una escena tensa, mágica y maravillosamente ejecutada.
La escena final bien podría formar parte desde ya de los
highlights catódicos de este siglo. Mike Ehrmantraut se muestra por primera vez vulnerable en una confesión a corazón abierto ante Stacy, a quien relata cómo, para intentar salvar la vida de su hijo, lo convirtió en un engranaje más dentro de una maquinaria corrompida, arrebatándole su integridad. Todo para nada.
Eso es lo que más le pesa, que su hijo muriera con una mácula en su honor por culpa suya. Un monólogo donde la emoción a flor de piel traspasa la pantalla para ponernos los vellos de punta en toda una demostración de vulnerabilidad, sinceridad y coraje en la que se puede escuchar el sonido velado de un corazón roto en mil pedazos. Una escena en la que Jonathan Banks se consagra como un actorazo de primera división y se enriquece al personaje de Mike con unos cimientos dramáticos de hormigón armado. Un capítulo sobresaliente que reivindica esta serie como algo que va mucho más allá de un mero
spin off de Breaking Bad y que poco a poco está labrando su propio destino y mitología.
Por Antonio Santos