Capítulo de transición aunque dotado de esa magia que con pocos pero bien combinados elementos es capaz de generar esta serie. Es esta ocasión se trata se aprovecha al máximo una de las grandes bazas de la serie: tenemos Harrison Wells por partida doble. Y cada minuto de este magnético personaje en pantalla es puro oro de 24 kilates. Comencemos.
Barry sigue teniendo entre ceja y ceja buscar una forma de aumentar su velocidad para poder medirse a Zoom con alguna posibilidad de victoria, máxime desde que ha descubierto la verdadera identidad del villano. Una vez más, se siente traicionado por una persona cercana y en quien había depositado su confianza. Sin embargo, ni la ciencia (ese compuesto V-9 con efectos secundarios tan demoledores) ni el entrenamiento le han permitido incrementar la capacidad de sus poderes.
Es el momento de lanzarse a la piscina y probar soluciones desesperadas. En este caso, visitando a la única persona que conoce que ha estado en contacto con la Fuerza de la velocidad y también ha sido capaz de superarle en poder: el Flash reverso. Sin embargo, Eobard Thawne está muerto. ¿Cómo conseguir que le desvele su secreto? Pues viajando al pasado, a un momento del tiempo en el que el
"otro" Harrison Wells aún colaboraba con el equipo sin sospechar nada y hacerse pasar por su
yo pasado para sacarle a Wells la información. Barry consigue la ayuda de su equipo (muy a su pesar) para encontrar el momento idóneo: el enfrentamiento con Hartley Rathaway aka Pied Piper, durante el cual el clima entre Wells y sus pupilos estaba bastante enrarecido y podría pasar más desapercibido el hecho de que quien está con ellos no es
su Barry.
Fácil. Entrar y salir sin cambiar el pasado. Evidentemente, nada saldrá como estaba previsto.
Mientras Barry viaja al pasado se encuentra con algo que aún no conoce y que trastoca todos sus planes.
Un espectro del tiempo, una especie de guardianes sobrenaturales del espacio-tiempo que persiguen sin descanso a quien pretende romper sus leyes y tienen la mala fortuna de toparse con uno de ellos. No sólo le obliga a abandonar el túnel temporal antes de lo previsto (lo que fuerza un curioso encuentro entre los
dos Flash presente y futuro) sino que pondrá al espectro del tiempo como un perro de presa tras su pista, despertando con ellos las sospechas de Wells (que no tiene un pelo de tonto). Comienza de esta forma un tira y afloja entre
maestro y
alumno en el que Barry tiene que sacarse varios trucos y engaños de debajo de la manga para que su enemigo jurado no sólo no acabe con su vida antes de tiempo, sino que además le revele la ecuación que necesita para aumentar su velocidad.
Un divertido enfrentamiento donde la materia gris es el único arma que puede garantizar la supervivencia y que pone de manifiesto lo mucho que Barry ha madurado (y, en cierto modo, se ha endurecido) durante este año de vida y experiencia.
Finalmente, Barry se sale con la suya,
logra que Wells le entregue un dispositivo conteniendo la fórmula que necesita (en la que son fundamentales los taquiones que Wells tanto ha ansiado siempre) y encuentra la forma de vencer al persistente espectro del tiempo gracias a la ayuda de los
"Barry, Cisco y Caitlin del pasado", además de la inesperada colaboración del propio Pied Piper.
Una resolución ingeniosa que aprovecha sobremanera los pliegues y paradojas del tiempo para librarse in extremis del guardián temporal y poner de relevancia que cualquier pequeño acto en el pasado puede tener consecuencias imprevisibles. En este caso, descubrir de vuelta en su tiempo que Hartley se ha convertido en un colaborador más de Star Labs y aprovechando también para dar una emocional despedida final a Eddie Thawne, posibilitando un punto y aparte en la vida amorosa de Iris. El enfrentamiento final con Zoom se sigue preparando y hemos avanzado un escalón más, aunque aún quedan muchas incógnitas en el aire y, apuesto mi generador de taquiones, más de una sorpresa. De momento, en el próximo escalón espera la visita a cierta rubia con capa y alergia a la kryptonita.
Por Antonio Santos