Tras una larga espera después de poder disfrutar de una de las mejores películas que el MCU (
Universo Cinemático Marvel) nos ha proporcionado hasta el momento, ese
Soldado de invierno que supuso un soplo de aire fresco para las adaptaciones a la gran pantalla de los personajes comiqueros de la
Casa de las ideas, por fin tenemos ante nosotros el nuevo trabajo de los hermanos Russo con el abanderado fuera de su tiempo. Y por supuesto, rodeando el estreno vuelve la polémica sobre la fidelidad o no al material de partida. Tal y como ha ocurrido en anteriores ocasiones (desde la misma
Soldado de invierno hasta
Los vengadores: La era de Ultrón)
los directores junto con sus guionistas juegan la acertada carta de tomar como base la idea del material de referencia (esa pelea a gran escala que afectó a todos los héroes de la editorial) y hacerla suya completamente. El conflicto principal queda muy bien retratado mediante la eterna confrontación de dos caracteres tan opuestos como, indiscutiblemente, complementarios: el idealismo y fidelidad a unos principios inquebrantables de Steve Rogers frente al pragmatismo (esta vez mucho más exento de cinismo) de Tony Stark.
Un conflicto que aporta la gasolina a la trama, aunque la mecha la acaba prendiendo otro concepto mucho más ambiguo: la venganza. Este oscuro objeto del (bajo) deseo acaba planeando sobre toda la narración, tomando cada vez más fuerza y arrastrando con él a unos personajes excelentemente perfilados y con motivaciones cinceladas en vibranium de primera calidad.
La película va al grano y rápidamente nos pone en situación mediante dos secuencias espléndidas (una misión pasada del Soldado de invierno y una misión presente del nuevo equipo de Vengadores) que claramente nos muestran que no estamos ante una aventura aislada, sino que suponen la evolución de los hilos argumentales globales que ya se abrieron en las últimas entregas de Capitán América y Los Vengadores.
El peso del pasado es muy importante en la trama, así como poner sobre la mesa que todo acto tiene consecuencias, abriendo así distintos debates. ¿Es preferible actuar y equivocarse a no actuar? ¿Es mejor operar libremente sin más criterio que el de uno mismo o rendir cuentas a un orden establecido? ¿Hasta dónde se es capaz de llegar cuando quien está al otro lado de la línea es un amigo? Una férrea base argumental y un guión muy bien perfilado que (a diferencia del cómic de referencia) no convierte a los personajes en seres unidimensionales que se posicionan en el conflicto sin más sentido que el que les impone el demiurgo que marca su destino a base de pluma y tinta.
En este caso cada uno de los personajes tiene sus motivaciones y sus razones para situarse a uno u otro lado de la contienda. Lo cuál no quiere decir que unos estén equivocados y otros no, o que unos sean los buenos de la función y otros los malos. La propia historia se encarga de mostrar cómo cada uno es fiel a sus principios sin significar que los de su contrario sean erróneos.
Además de darle a cada uno de los numerosos héroes que encontramos en esta guerra civil al menos un gran momento dentro de la historia.
¿Pero es esta una película del Capitán América o de Los Vengadores? Pues un poco de ambas.
El primer y el último tercio tienen todo el espíritu de thriller conspiranoico de acción marcado por las revelaciones imprevistas y el peso de los pecados del pasado que caracterizó a Soldado de invierno, añadiéndose a la ecuación a la mejor versión de Tony Stark que hayamos visto jamás en la gran pantalla. Un Tony en un momento bajo, lleno de melancolía, obligado por las circunstacias a volver a la acción muy a su pesar y al que el peso de la responsabilidad ha ido haciendo mella en su verdadera armadura (la pátina de sarcasmo con la que se cubre ante los demás) hasta dejarlo desnudo ante aliados y enemigos, arrastrado también por la imparable vorágine de venganza y revelaciones.
También es de agradecer contar con un villano de la función cuyos planes permanecen siempre en las sombras y van más allá de dominar el mundo porque sí. Un personaje con muchas cuentas pendientes, totalmente exento de histrionismo y tan humano como cualquiera de nuestros héroes. Un gran hallazgo. Por otro lado, la parte central de la película cambia un tanto de tono (cosa que puede chirriar a algún espectador) para encaminarse a la gran batalla entre héroes que corona con la espectacular escena del aeropuerto. Una fase de puro entretenimiento que, si bien aporta poco a la trama general, sí que ofrece altas dosis de ingenio (los poderes de los distintos personajes, sobre todo de Wanda, Visión y Scott Lang se despliegan de formas muy imaginativas) y acción muy bien planificada y coreografiada.
Los Russo se siguen mostrando como unos auténticos fueras de serie a la hora de plantear y desarrollar las peleas, de forma clara, llenas de emoción y con un ritmo vertiginoso. ¿La presentación de Spiderman? Si bien podría haberse realizado en cualquier otro sitio, no molesta. A mí particularmente me gusta esta versión adolescente del arácnido... y de Tía May.
En definitiva,
todo un espectáculo y una de las mejores películas que hasta ahora nos la dejado Marvel. Un guión cuidado y preciso, cargado de alta tensión, que apuesta siempre por profundizar en los personajes y en darles un fondo y unas motivaciones; una dirección virtuosa llena de ritmo y capaz de sacar lo mejor de cada escena; un villano muy bien perfilado que se aleja de los que hemos visto hasta ahora en pantalla; un abanico de grandes momentos (el
sueño de Stark, la misión en Lagos,
el desencuentro entre Wanda y Visión, la espectacular entrada de
Black panther, la confrontación final, la parte más amarga de la historia, donde la paranoia y el temor infundado pueden acabar convirtiendo a héroes en villanos) que trufan un metraje extenso pero que discurre como una bala dejándonos un gran espectáculo y
consolidando a los Russo como lo mejor que le ha pasado al Universo Marvel en los últimos años.
★★★
★★