Cobbler puede traducirse como "zapatero", su forma más habitual. Aunque también hace referencia a un pastel de frutas tradicional anglosajón. Sin duda, nos quedamos con esta acepción dentro del episodio de esta semana, ya que nos va a regalar uno de los momentos más hilarantes en lo que va de serie. El toque Gilligan sublimado en fetiche tan dulce como extravagante. Uno más de los detalles que llenan este episodio que sigue la tónica de disfrute sin fisuras de esta serie.
Comenzamos en la casa/zulo de Chuck. Se nota que cada vez está mejor de sus males psicológicos aunque curiosamente parece no querer dar esta impresión, como podremos constatar en la posterior visita del mismísimo Howard Hamlin. Chuck parece haber recuperado un poco el
tempo, como comprobamos cuando intenta (y por momentos consigue con solvencia) llevar el compás a piano de la complejísima
Sicilienne de Gabriel Fauré, hasta que la inesperada visita trastoca sus planes, su tranquilidad y su buen pulso.
Aunque en el exterior la máscara del eminente Charles McGill permanece impoluta, las noticias que Howard le lleva del nuevo y fructífero puesto de su hermano en un bufete de prestigio hace que los demonios vuelvan a retorcerse en su interior. ¿Por qué tanta inquina? ¿Va a ser Chuck realmente el
malo de la función? De momento apunta a ello, como se demuestra cuando
acude a una reunión inter-bufetes para seguir el caso del fraude en las residencias de ancianos sólo para poner de los nervios a nuestro Jimmy. En sus propias palabras durante un gélido cara a cara entre los dos McGill, "para ser testigo" (y eso que no creo que haya visto
Mad Max Fury Road).
Por fortuna, Jimmy cuenta con el apoyo sin fisuras de Kim.
La chica lo mismo le hace carantoñas por debajo de la mesa para relajar tensiones en las reuniones profesionales como posa una mano sobre su muslo que le da la fuerza y confianza suficiente para solventar la temida presencia de Chuck con su habitual solvencia, labia y humor. Una pareja que sigue creciendo... hasta el punto de plantear compartir vida en el futuro. Por cierto, en la partitura de
Sicilienne aparece un nombre que, dado que Vince Gilligan no da puntada sin hilo, dudo que sea algo circunstancial: Rebeca Bois. Veremos si tiene relevancia para el futuro de la serie.
Por su parte, Jimmy sigue prosperando en el bufete y se tiene ganado al jefe con sus buenas ideas y su cercanía. Su trabajo previo con los ancianos de la residencia lo ha convertido en una pieza imprescindible en el engranaje del caso, y Jimmy parece estar dispuesto a sacar partido de la situación y darlo todo en el trabajo... hasta que Chuck vuelve a entrar en su vida.
Entonces ese "switch" del que hablábamos en el episodio anterior se activa y parece acercarlo a ese truhán que acabará siendo Saul Goodman. La misma presencia de su hermano parece incitarle a la transformación en lo que éste ve (y teme) en el, posiblemente para tocarle los bemoles implícitamente. En este caso, la visita sorpresa de Chuck coincide en el tiempo con una oferta de Mike Ehrmantraut que poco a poco parece que lo va a ir acercando a su
lado oscuro. Y es que
la situación a la que ha dado pie el tontolaba de Dan está a punto de explotarle en la cara de forma colateral al veterano arreglador. Está tan empeñado en acudir a la policía para recuperar sus cromos que no se da cuenta de que en realidad se trata de una trampa para que confiese sus actividades delictivas. Y consigo es fácil que acabe arrastrando a Mike a la trena. Por tanto, es hora de tomar cartas en el asunto. En primer lugar, convenciendo al lerdo de Dan de que haga caso omiso a las llamadas de la policía. En segundo lugar, comprometiéndose a recuperar los puñeteros cromos de la discordia.
La difícil situación ocasionada involuntariamente por la imbecilidad del
"amigo" Dan dará pie a los mejores momentos del capítulo. El primero, una tirante conversación de Mike con Nacho. El ex-policía deja las cosas bien claras. Recuperar los cromos a cambio de un regalito cortesía de la casa o jugará su as en la manga.
Por muy chulo que sea Nacho, Mike siempre tiene la sartén por el mango. Siempre. En esta ocasión, le basta con un sólo nombre: Tuco. O el sicario se aviene al trato o su jefe se acabará enterando de que trapichea a sus espaldas. Cosa muy poco recomendable dada la poca tendencia de Tuco a la diplomacia y las segundas oportunidades.
Este encuentro es oro puro y confirma a Jonathan Banks como un robaescenas de primera división. Su presencia es fundamental para la serie. Una vez resuelto este entuerto queda librar a Dan de las sospechas policiales.
Aquí entra en juego el yo fullero de Jimmy, ingeniándoselas para montar una coartada que exculpe a su "cliente" a base de labia e imaginación, improvisando una de las historias más absurdas de todos los tiempos. Sin duda, las "sentadillas pasteleras" (Hoboken Squat Cobbler) deberían pasar por mérito propio a la historia de la Televisión. Ojito, que cuenta la leyenda (y el propio Gilligan) que el dichoso vídeo existe de verdad, así que sería un puntazo encontrarlo como extra en la edición en DVD/BR. ¿O no? Un desenlace tan hilarante como absurdo que encuentra su contrapunto en Kim. La risa compartida al contar la historia mientras devoran los restos del
"material de filmación" se torna de nuevo en reproche cuando la abogada descubre que Jimmy ha sido capaz de fabricar pruebas falsas para su loca coartada. No sólo se ha pasado por el arco del triunfo su juramento como abogado, sino que ha puesto en peligro la relación con su nuevo bufete cogiendo un caso por su cuenta y riesgo.
Un baño de realidad para cerrar con un poso agridulce un gran episodio.
Por Antonio Santos