Regresa a nuestras pantallas el arquero esmeralda de DCComics tras unas merecidas vacaciones. Aunque por lo visto en este nuevo episodio tras el parón los responsables no han aprovechado este periodo para centrarse un poco y trabajar en la estabilidad de una temporada llena de altibajos que por el momento nos hace temer un
coitus interruptus al nivel de la temporada anterior.
De esta forma, nos encontramos con un episodio que no sólo es claramente episódico sino también insustancial. Cuando llegamos al final del visionado no podemos sino quedarnos con el poso de que no ha pasado nada. Las cosas están casi exactamente igual que al principio, salvo que los protagonistas han repartido algo de estopa. Poca y mal coreografiada, cosa rara para los estándares de la serie.
El argumento se puede resumir con apenas dos frases: Lonnie Machin (Anarkía) ha regresado dispuesto a vengarse de quien lo traicionó, que no es otro que Damien Darkh.
Arrow entra en fase vengativa tras el atentado sufrido a manos de los espíritus de Darhk, así que tras capturar a Anarkía lo deja libre para que ejerza de brazo ejecutor de su enemigo común. Finalmente sus compañeros lo devuelven a la buena senda y detienen a Machin antes de que haga arder a la familia de Darhk a base de lanzallamas. Lástima que vuelva a escapar de la manera más tonta posible. Y fin.
Ya que hay tan poca chicha en la trama principal mejor centrarse en las partes del episodio que tienen un mínimo de enjundia. Por una parte,
Diggle sigue en su tira y afloja para devolver a su hermano al camino recto. Poco a poco descubrimos que el pequeño de los Diggle está un poco harto de vivir abajo la alargada sombra de su hermano mayor, y su rebeldía (unida a las secuelas psicológicas de su periplo en Afganistán) ha acabado por convertirlo en un sicario más, un alma perdida. Llegar a este conocimiento hace que las posturas de ambos se vayan aproximando y veamos un conato de acercamiento, un inocente juego de cartas como símbolo de borrón y cuenta nueva.
También es interesante la malsana relación que se establece entre Thea y Anarkía. El villano está más loco que una cabra y aunque Speedy por poco acaba con él, en el fondo le está agradecida por haberle "abierto los ojos" y proporcionado una nueva identidad y una nueva vida. Un tira y afloja curioso y original. Por otra parte, la lucha de Oliver contra su
lado oscuro ya la hemos visto en demasiadas ocasiones y huele a naftalina, así que no merece la pena darle más vueltas.
Nos dejamos lo
"mejor" para el final.
Felicity es operada con relativo éxito de sus lesiones tras la lluvia de plomo. Consigue salvar la vida pero la mala noticia es que se queda parapléjica sin aparente posibilidad de curación. Aunque pueda sorprender a los espectadores no versados en el universo comiquero, para el resto era la crónica de un destino anunciado. Felicity no deja de ser en Arrow un trasunto de la Bárbara Gordon de los comics de Batman. En el papel impreso, Bárbara (hija del comisario Gordon) también quedó parapléjica y, desde entonces, ejerció como colaborador tecnológico de Batman bajo el nombre clave de Oráculo. Es decir, exactamente el mismo papel de Felicity en esta serie.
De esta forma, el final (o no) de Felicity estaba marcado a fuego. No así la forma de llegar a él, que no deja de ser bastante torticera.
Poco más que destacar. Los flashbacks sigue avanzando a paso de tortuga reumática y el tatuaje que Constantine
regaló a Oliver le evita una muerte segura al llamar la atención de Reiter.
Por otra parte, volvemos a los flashforward para descubrir que quien está enterrado/a desatando la sed de sangre de Oliver no es Felicity. ¿Quién será, será? Yo me lo juego todo a Diggle. ¿Y vosotros?
Por Antonio Santos