Tras un puñado de trabajos marcados por tanto por una singular personalidad tras la cámara como por una variedad temática envidiable el siempre magnético Denis Villeneuve se mueve a una zona tan conflictiva como la frontera entre México y EEUU para hacernos partícipes de su particular visión sobre el narcotráfico y la lucha a muy distintos niveles para frenarlo (o controlarlo).
Una temática que ya nos ha dado obras magníficas como Traffic o incluso la reciente (y recomendabilísima) serie Narcos pero que en manos del director se adapta como un guante a sus ritmos y atmósferas malsanas.
De esta forma, conociendo el habitual pulso narrativo de Villeneuve y su querencia por dar forma y fondo a sus obras a través de unos personajes poliédricos, complejos y torturados ya sabemos que la obra que se va a desplegar ante nosotros no se va a caracterizar por la violencia o por la acción sin freno.
Más bien asistiremos a las trincheras del conflicto entre narcotraficantes y fuerzas especiales, a esos enfrentamientos que se dirimen en las cloacas por ser tan ambiguos, exentos de reglas y poblados por seres tan repugnantes como a la postre necesarios que obligan a sus contendientes a alejarse de la luz pública y de todo tipo de reconocimiento oficial. Hablamos de un mundo oscuro y letal, una leyenda urbana cuya existencia es de sobra conocida pero de una amoralidad tan sangrante que preferimos creer que se trata sólo ficción. Casi una dimensión paralela donde cualquier medio es bueno para justificar un fin poblado de grises. Tanto que ni muchos de los propios implicados son conscientes del cuantioso porcentaje de su alma que se verán obligados a vender en el proceso; tanto que la débil franja entre el Bien y el Mal se diluye hasta que ambos bandos mutan en una burlona caricatura de esos conceptos.
Un comienzo brutal ya nos pone en situación respecto a la dureza de la trama.
En cuatro trazos bien inspirados se nos presenta tanto a la dura protagonista como al reto que tiene frente a ella. Por mucho que el FBI se esfuerza no hace sino arrojar piedrecitas contra el monstruoso rival que suponen los narcos, como se constata violentamente a base de fuego y los terribles secretos que esconden las paredes de su organización. Si se quiere tener alguna posibilidad de vencer hay que luchar en su terreno, por lo que pronto Kate pasa a formar parte de un comando de élite que lucha en las sombras contra la raíz del problema. Las comparaciones con
"La noche más oscura" afloran de forma inevitable al contar con una líder femenina en una misión que se prevé casi imposible, aunque ambos personajes no son sino reflejos distorsionados en un espejo deformante. Mientras la protagonista del film de Bigelow es dura como una roca y mantiene el control de la situación en cada momento,
aquí tenemos a una agente sumida en un mundo cuya complejidad no alcanza a atisbar y que poco a poco va corroyendo sus convicciones al tiempo que se ve zarandeada por una situación que, por una parte, la supera con creces y, por otra, no quieren que comprenda. Un ser perdido en un mundo de depredadores voraces lleno de secretos a cada cual más terrorífico que lentamente va siendo consciente de su irrelevancia en una guerra cruel. Es muy fácil empatizar con Kate, uno de los grandes logros de la película.
Sin embargo, quien finalmente se adueña de la función es el personaje de Benicio del Toro, quien realiza una interpretación prodigiosa. Un mercenario tan parco en palabras como efectivo en acciones y falto de escrúpulos.
Paso a paso, desde un discreto y enigmático segundo plano, va adquiriendo relevancia y significado hasta desembocar en un final extraordinario, de esos que le dejan a uno con la boca abierta. Extraordinaria también la escalada de tensión que va tejiendo Villeneuve, gran creador de atmósferas incómodas (reforzadas por una banda sonora tan efectiva a la hora de crear un clima extremadamente desasosegante como imposible de escuchar fuera de la película) hasta culminar la función de manera tan sádica como demoledora.
En el proceso disfrutaremos también de alguna muy buena secuencia de acción (como una claustrofóbica escena impecable e improbablemente localizada en mitad del desierto a plena luz del día, demostrando la maestría del director) que puntúa una trama mucho más introspectiva y psicológica de lo que parece a simple vista. Una visión particular para una trama con muchos espacios comunes que nos pueden dejar por momentos alguna sensación de
déjà vu pero cuya potencia a nivel de realización e interpretación le confiere un plus que la hace más que disfrutable y sigue posicionando a Denis Villeneuve como un autor a seguir.
★★★
★★ 1/2