ALL HAPPY FAMILIES ARE ALIKE
Decepcionante a más no poder. Calificativo que se aplica al capítulo y que sería extensible a toda la temporada. Toda una serie de incongruencias y situaciones a cada cuál más rocambolesca en las que los personajes actúan sin ningún tipo de lógica movidos sólo por las exigencias de un guión que parece escrito por el becario de turno. Que uno de los peores capítulos que hemos visto sea también el cierre de temporada dice muy poco de los responsables de esta serie.
Sin entrar mucho en detalles, porque no merece la pena en absoluto y no sería más que detallar una serie de despropósitos y malas ideas una tras otra, en general la prometida guerra de bandas se queda en agua de borrajas. Algo que se lleva esperando toda la temporada y que podría hacer sido espectacular (véase por ejemplo el final de la segunda temporada de Arrow para tener una idea de cómo hacer este tipo de cosas con un mínimo de decencia) tiene lugar... fuera de plano. Con un par de gónadas. La mismísima definición del término "anticlimático". Todo queda reducido a la mínima expresión. Por arte de birlibirloque Maroni parece haber acabado con todos los hombres de Falcone, y éste acaba en el hospital sólo y abandonado porque en mitad del fregado se le antoja ir a mirarle el culo a un pollo. Así, sin medias tintas. Un auténtico despropósito que no es sino el anticipo de lo que va a venir después, nada menos que el regreso triunfal de... ¡Fish Mooney y su panda de muertos de hambre! A partir de aquí todo es un correcalles sin ningún sentido en el que la banda de Maroni y los bandarras de Fish actúan como lo que son (auténticos soplagaitas) con el Pingüino, Falcone, Gordon y Bullock dan vueltas de una lado a otro como pollos sin cabeza. Hasta que el Pingüino los puede a todos porque la tiene más grande... porque sí. Auténtica vergüenza ajena. Lo mejor, sin duda, la presunta muerte de Fish Mooney, aunque por desgracia dejan su final abierto, lo que da pie a una posible "resurrección". Habría pagado por que el cocodrilo gigante ese de Jurassic World hubiera emergido de las aguas y se la hubiera tragado viva... o un Sharknado, o algo... Sólo puedo imaginar incontables orgasmos en la platea ante semejante escena...
¿Más cosas absurdas? Las hay, por supuesto. Toda la escenita entre Bárbara la Barbie y Leslie Thomkins estableciendo una relación psicólogo-paciente tan tróspida que está a la altura de un sketch de La hora chanante. O el destrozo completo dos personajes: Selina Kyle que se convierte por arte de magia en sicaria genérica (y hortera) sin personalidad de Fish Mooney y Ed Nygma, que ve cómo todo su buen desarrollo cocinado a fuego lento durante la temporada se tira a la basura en un minuto. Está loco... porque sí, y punto. Ahora vas y lo cascas.
¿Algo bueno que rescatar de este despropósito? Algo hay, por fortuna. La despedida de Falcone (el mejor personaje de largo del capítulo) y Gordon, cargada de nostalgia de unos tiempos donde se respetaba al enemigo y se deja claro que en un mundo gris el mal menor a veces es la mejor de las soluciones... y que se puede ser honrado y llevar una navaja en el bolsillo por si acaso... También constatar que Lee continuará siendo el interés romántico de Gordon. Sin duda su presencia, naturalidad y buen hacer son de agradecer. En tierra de nadie se queda la trama Wayne. Ni frío ni calor. Bruce y Alfred descubren el secreto que guardaba Thomas: una entrada secreta hacia un sótano misterioso. Esperemos que no tiren por lo fácil y nos presenten al buen doctor como un héroe primigenio con su batcueva montada y todo, a imagen y semejanza de su versión en la Tierra 2 de DC Comics. ¿Qué conseguimos con todo esto? Desmitificar completamente el origen de Batman. Mal vamos siguiendo este camino.
En resumen, un broche de hojalata para una temporada que comenzó con luces y sombras y poco a poco se ha ido esquinando hacia el lado oscuro. Muchas posibilidades pero con evidentes problemas en dos de los aspectos que deberían haber sido más cuidados: la planificación y el guión. Tramas insípidas, personajes desaprovechados algunos de los cuáles aparecen y desaparecen sin razón ni motivación, ausencia de un hilo argumental que haga evolucionar la serie, abundancia de situaciones absurdas y resoluciones por exigencias del guión, tendencia a tomar por tonto al espectador que se ve obligado a comulgar con ruedas de molino... Un auténtico despropósito con algún episodio esporádico brillante que nos ha dejado la miel en los labios respecto a lo potente que podría haber sido la serie y la desgana (más allá de los magníficos apartados técnicos) con la que ha sido tratada.
Mucho tiene que mejorar en su retorno para convertirse no ya en un producto digno de por sí, sino también a la altura de un universo con el infinito potencial de la Ciudad del crimen.
Por Antonio Santos
Cinéfago por puro placer y juntaletras ocasional. Defensor de las causas perdidas seriéfilas. Hincado de hinojos ante Hitchcock y Tarantino, entre otros muchos. Amante de la ciencia ficción, la aventura, Rick Remender, Jonathan Hickman, el helado de chocolate, Jessica Chastain y Eva Green (no necesariamente por ese orden).