Curioso capítulo el que tenemos entre manos, sobre todo porque se aleja bastante de lo que la serie nos ha ofrecido hasta ahora. Si bien la interacción entre Kennex y Dorian sigue siendo de lo más dinámica y divertida, la trama del capítulo es mucho más emocional e intimista que dinámica y frenética. La concepción del episodio lleva grabada a fuego la marca del showrunner J. H. Wyman. Los personajes importan, y por fin el argumento se aprovecha para escarbar en la psique de algunos de ellos en base tanto al nuevo caso al que se enfrentan como a las peculiares motivaciones del villano de la función.
La trama arranca cuando un hombre que se nota que disfruta de buena posición social (si yo tuviera una consola como la que gasta iba a acabar el mando echando chispas) es asaltado en su casa por un individuo cubierto de vendas que le inyecta algo. La policía lo encontrará al día siguiente muerto por causas naturales. Nada hubiera hecho saltar las alarmas si no fuera porque el muerto es un Chrome, y por tanto genéticamente diseñado para tener una salud de hierro. Es decir,
es imposible que haya muerto en la treintena de un infarto. Todo hace pensar que se trata de un asesinato, cosa que se confirma al encontrar signos de un pinchazo en el cuello y, junto a él, trazas de ADN del asesino.
Sólo que no hay una sola traza, sino siete diferentes. Y, para terminar de redondear el caso, pertenecientes a siete personas fallecidas también por un ataque al corazón.
Esta premisa será el germen de una trama desoladora y protagonizada por la implacabilidad del destino, que se ríe de nuestros esfuerzos por intentar buscar una gota de felicidad... aunque los que la busquen estén imbuidos por la locura, como es el caso. El asesino resultará ser un obseso de la perfección física que quiere obtener el rostro perfecto y para ello no duda en utilizar
una tecnología ilegal a base de nanobots capaces de recoger los signos genéticos elegidos (pómulos, ojos, mejillas, etc.) de un donante y replicarlos en otra persona, llegando así a un nuevo nivel en la cirugía estética en el que poder obtener resultados infalibles sin necesidad de bisturís y molestas cicatrices.
Lástima que el método se desestimó por tener el insignificante efecto secundario de que la carga eléctrica de los nanobots acaba paralizando el corazón. Pecata minuta cuando el resultado es la perfección física absoluta.
Sin embargo, las motivaciones del asesino van más allá de lo puramente estético. La búsqueda de la perfección física mostrará estar condicionada por algo tan poco tangible como perseguir el amor verdadero. Sin embargo, la paradoja será que la mujer con la que el villano había conectado a través de un chat, y a la que quería terminar de conquistar mediante la perfección estética resultará ser ciega.
Efectivamente, el amor es ciego y el destino es un bastardo cruel que nos da lecciones aplicando toda la saña posible. En este caso, demostrando que el asesino tenía una mano ganadora, ya poseía el corazón de su amada y lo ha acabado perdiendo todo por intentar conquistar atractivos que la chica era incapaz de valorar.
Una melancólica vuelta de tuerca que nos sigue reafirmando en lo notable que podría haber sido esta serie si la cadena no le hubiera cortado las alas. Como también demuestra que, a diferencia del capítulo 10 (
Perception)
aquí sí que se explora bastante más esa nueva clase social formada por los ricos que pueden pagar por ser genéticamente perfectos (los Chrome), y se empiezan a intuir las motivaciones de Stahl para renegar de sus orígenes y trabajar en algo tan
bajo como es ser policía. Lástima que sólo queda un capítulo y todas las posibilidades que se intuyen se perderán como lágrimas en la lluvia...
Por Antonio Santos