BINGO
Bingo:
- m. Juego de azar, variedad de lotería, en el que cada jugador debe completar los números de su cartón según van saliendo en el sorteo.
- interj. Indica que se ha solucionado o acertado algo.
Dos acepciones que describen perfectamente la esencia de este capítulo. Por un lado, ese juego de gran aceptación en las residencias de ancianos, territorio conquistado por el gran James McGill y donde el "aguilucho lagunero albuquerqueño" acecha incansable a sus presas. Por otra lado, ese golpe de suerte que finalmente permite saborear una venganza servida en su justo punto de frialdad... aunque las circunstancias la dotarán de un sabor más agrio de lo previsto. Pero vayamos por orden.
Unos carteles de malhechores decorando la pared rápidamente nos ponen en situación. Jimmy y Mike esperan con su habitual estoicismo en un banco de la comisaría donde se vieron las caras en el episodio anterior. Qué gran pareja forman, el laconismo más pragmático combinado con la labia desatada. El origen es un pequeño malentendido con la libreta extraviada del detective de Filadelfia que Jimmy se presta a solucionar tirando de recursos. Escena que propiciará una breve conversación de dos veteranos y antiguos compañeros en el cuerpo de policía. Los tiempos están cambiando pero, pese a las ganas juveniles por resolver el caso, nadie echará de menos a los dos policías corruptos que descansan dos metros bajo tierra. Sin apenas palabras se pueden decir muchas cosas. Una cosa queda clara: Mike le debe una a nuestro abogado favorito.
La prosperidad (y el préstamo a fondo perdido concedido por los Kellerman) que persigue a Jimmy lo llevan a mirar oficinas nuevas para abandonar el cuartucho de las escobas de la peluquería china. Grandes posibilidades y despachos con magníficas vistas para el abogado y, quién sabe, tal vez algún socio (o socia) que lo quiera acompañar en su aventura. Una proposición (laboral) indecente a Kim que no encontrará la respuesta deseada. Su carrera en HHM es demasiado importante,,, aunque pronto la chica descubrirá que no es fácil medrar en los grandes bufetes, y un traspiés puede llevarle a uno directamente al paredón profesional. Cosa que no tarda en producirse gracias a la inquina amasada de la señora Kellerman, incapaz de aceptar el trato que Kim se había partido el culo por conseguir. Su persecución de una carta de "queda libre de la cárcel" que además le permita conservar todo su dinero robado no conoce límites, ni físicos ni morales.
La vida sigue, y un leguleyo especializado en derecho para la tercera edad no puede perder comba. Hasta que las dos acepciones del bingo confluyen en el tiempo y la persona de James. De nuevo su camino se cruza con el de los Kellerman, esos Flanders pasados por la turmix de la hipocresía suma que tras despedir a HHM han acudido a él como opción segura. Básicamente porque es el único que prometió librarles de acabar entre rejas. Ah, y por otro detalle insignificante: le tienen bien amarrado por donde más le duele. La única opción de Jimmy es conseguir obtener su inocencia, ya que declararse culpables conllevaría la devolución del dinero... incluyendo el que recibió como soborno. Mal asunto. Por suerte, a Jimmy le queda recurrir al comodín de Mike, que aprovechará para devolverle el favor. Una escena impecablemente narrada y planificada en la que el veterano ex-policía volverá a tirar de recursos e inteligencia para sustraer hábilmente el dinero perdido del escondrijo de los Kellerman a ritmo setentero. Qué grande es este personaje.
Sorprendentemente, la opción de James con un saco de dinero en su poder no será darle uso para
tapar agujeros sino
"hacer lo correcto". Es decir, enviar la pasta directa a la oficina del Fiscal del distrito y devolverle a Kim a los Kellerman envueltos con un lacito, y con ellos su puesto y futuro en HHM.
Todo un placer meter en vereda a esta pareja de sinvergüenzas y hacer callar a la harpía mayor del reino. Aunque sea una victoria pírrica. Para devolver el dinero íntegro ha debido restablecer su parte, por lo que vuelve a estar sin un chavo en el bolsillo. Adiós al sueño de oficinas nuevas y despachos luminosos. James nos sigue sorprendiendo; cuando creemos que se va acercando al Saul que conocemos da un paso atrás y demuestra una ética intachable. Aunque en este caso lo que gana por goleada es su amor/amistad por Kim, por quien es capaz de renunciar a sus sueños de prosperidad... o al menos retrasarlos un poco. Pero, como comentábamos antes, la vida sigue y el teléfono es el mejor bálsamo contra la frustración. Nuestro especialista en derecho geriátrico seguirá levantándose del polvoriento suelo y enarbolando su lengua afiliada y su blanca (y televisiva) armadura un día más.
Por Antonio Santos
Cinéfago por puro placer y juntaletras ocasional. Defensor de las causas perdidas seriéfilas. Hincado de hinojos ante Hitchcock y Tarantino, entre otros muchos. Amante de la ciencia ficción, la aventura, Rick Remender, Jonathan Hickman, el helado de chocolate, Jessica Chastain y Eva Green (no necesariamente por ese orden).