THE SCARECROW
Continuamos con la trama iniciada en el capítulo anterior, que ha dado menos de sí de lo esperado. De esta forma, la tendencia a la anécdota y la apuesta decidida por lo procedimental se consolida definitivamente como el modus operandi de esta serie. Personalmente no puedo estar más en desacuerdo, ya que le hace más mal que bien, pero tras dar unos capítulos de margen tras el regreso del parón podemos concluir que no hay intención de cambiar esta operativa, así que es lo que toca. En este caso, tampoco es que la trama de los Crane pudiese dar mucho más de sí, pero está todo resuelto con una premura y una falta de "cariño" hacia los personajes y el espectador que asusta más que el jugo de glándulas suprarrenales ese. Nada nuevo bajo el Sol.
Como siempre, la pata que cojea más de toda la trama policial es la referente a la investigación policial. Como quedan pocos capítulos y esto empieza a ser un derroche de palabras remarcando lo evidente, de aquí en adelante correremos un tupido velo sobre este aspecto. Ya sabemos que los responsables de la serie toman a los espectadores por gilipollas (no hay otra expresión que se adapte mejor a la realidad) y la forma de dar con el "malo" consiste en llegar del punto A (la comisaría) al punto B (las coordenadas GPS del villano) de la forma más arbitraria posible. Es lo que hay y a estas alturas ya no hay vuelta de hoja. Respecto al doctor Crane, la cosa está mejor llevada y, al menos, se le da un origen potente a uno de los futuros enemigos de Batman.
El jugo de gomibayas, digo..., de glándula suprarrenal es el punto final de una investigación científica para erradicar la emoción del miedo. El peso de la culpa por la muerte de su esposa en un incendio es una carga demasiado grande para el buen doctor. Sobre todo porque el miedo le impidió intentar rescatarla de las fauces del fuego. De esta forma, el objetivo de su vida se ha convertido en obtener una fórmula para no volver a sentir miedo jamás; más aún, para que su hijo Jonathan también se curre de esa "enfermedad" que es la cobardía. Al final, en un tenso clímax, la premura por la presencia de Gordon y Bullock tras sus pasos le llevará a inyectar a su retoño una sobredosis del compuesto que le provocará el efecto contrario, estando permanentemente imbuído por un terror absoluto que se manifiesta en la forma de su última visión: un espantapájaros. Bien llevado por esa parte, aunque muy mal resuelto en lo que respecta al doctor Crane, que se tira de cabeza contra los dos policías como si no hubiera un mañana. Una cosa es no tener miedo, y otra es ser imbécil, señores guionistas. El valor y el sentido común no están reñidos.
Tangencialmente tenemos otras tramas con menos chicha. La mejor llevada, la relación entre Thompkins y Gordon, que gastan buena química. Por otra parte, Maroni y Falcone llegan a un acuerdo para salvar la vida del Pingüino. Bien plasmada esa relación de respecto y cordialidad entre ambos capos, muy Cosa Nostra; aunque Maroni se encargará de recordarle a Cobblepot que no olvida ni perdona y más le vale que su jefe viva muchos años. En paralelo, Bruce Wayne se va de excursión y se rompe la patita. Ay, qué penita... Alfred se encargará de mostrar el hijoputismo que gasta en esta serie disfrutando de su sufrimiento. El chaval ni se inmuta, eso sí, cuando lo lógico es que se hubiera acordado de todos los familiares vivos y difuntos de su mayordomo. En fin, más blando que la papilla este muchacho. Para rematar, tenemos una subtrama protagonizada por Fish Mooney absurda, patética e infantiloide. No hay manera de creerse lo que pasa en esa especie de prisión chunga donde está encerrada. Yo mando porque tengo el cuchillo... ¡vamos, anda! Puro relleno sin interés para darle minuto en pantalla (suponemos que por contrato) a la señora Smith. Del primer encuentro entre el Pingüino y Nygma no hablo porque es tan absurdo que no merece la pena. Por cierto, en el próximo capítulo aparición estelar del Joker. A ver con qué nos encontramos...
Cinéfago por puro placer y juntaletras ocasional. Defensor de las causas perdidas seriéfilas. Hincado de hinojos ante Hitchcock y Tarantino, entre otros muchos. Amante de la ciencia ficción, la aventura, Rick Remender, Jonathan Hickman, el helado de chocolate, Jessica Chastain y Eva Green (no necesariamente por ese orden).