Parece que la expectación creada en el episodio anterior revitaliza ésta temporada que tan mal comenzó. Aunque no cabe duda que remontar tras siete episodios no dice nada a favor de la serie. No obstante, parece que los guionistas han sabido encauzar de una vez por todas todo lo generado alrededor del personaje del doctor Lecter ya que Will Graham empieza a cansarnos (a mi desde el primer episodio).
Fromage, que es como se llama este octavo episodio nos trae a Tobias, el dueño de una tienda de música experto en cuerdas. Es un asesino en serie exquisito. Utiliza los cuerpos para crear cuerdas de tripa y encontrar el sonido perfecto. Tras el encuentro de un músico "desafinado" en una orquesta, la policía lo encuentra muerto con su cuello abierto dejando al aire las cuerdas vocales y el mástil de un cello incrustado en su boca para hacer mas facil el tocar una melodía.
La unión de Tobias y Lecter se resume en su paciente, Franklin. Éste le confiesa las intenciones de su amigo a Lecter y éste siente curiosidad. Sin embargo, tras una cena, le es revelado que el propio Tobias sabe a la perfección como se comporta el psiquiatra por lo que le pide una unión para trabajar en equipo. Sin embargo, la llegada de Graham rompe aquella armonía y probablemente la masacre que iba a ocurrir, pero ésto es solo un aperitivo para lo que nos tiene reservado el momento final del episodio, en el cual se acaba involucrando al propio Lecter por la unión de su paciente, en paz descanse, y lo ocurrido en su sala, momentos después de que Graham descubra quien es en realidad este Tobias.
Finalmente volvemos con la doctora Bedelia Du Maurier quien nos sigue iluminando poco a poco con muestras de su pasado a través de las palabras de Lecter, volviendo a ejercer tras recomponerse de su "accidente". Pero como comprobaremos, a Jack Crawford todo esto le parece más que una mera casualidad...
Por Dante Martín
Amante del séptimo arte y en especial de la ciencia ficción. Fan incondicional de Stanley Kubrick y Terrence Malick, pero con todo y con eso, soy capaz de disfrutar en colorines de cintas de dudosa reputación. Cantante en mis tiempos libres y apasionado del mundo del cómic. Eso si, siempre con una birra cerca.