Sin lugar a dudas, nada más leer el argumento de esta película nos vendrá a la mente otro título no muy lejano en el tiempo:
Como Dios. Efectivamente, la premisa es básicamente la misma. Hombre de la calle normal y corriente (bueno, un poco falto de mollera) recibe de pronto la capacidad de hacer todo aquello que desee.
Poder ilimitado e irresponsabilidad ilimitada en un cocktail explosivo cómicamente hablando. El único límite es la imaginación... más que nada de los guionistas. De esta forma, pese a que la base argumental es la misma la diferencia entre estas dos propuestas es evidente, sobre todo por el equipo involucrado en el proceso.
El festival de tics del cada vez más cargante Jim Carrey se ve superado aquí por el magnetismo y vis cómica natural de esa fiera de la comedia llamada Simon Pegg. De igual forma, el argumento está deliciosamente cargado por un humor negro puramente británico que le quita cierta moralina al asunto y lo imbuye, por contra, con abundantes dosis de mala leche e incorrección política. Esto es, el
"caca-culo-pedo-pis" aunque presente se ve punteado por un humor más cínico, incorrecto y vitriólico (ejemplar el
gag con el destino de los alumnos energúmenos del protagonista).
Poco humor blanco, neutro y para toda la familia por aquí.
A destacar también que, aunque se pueda publicitar así, esta NO es una película de Monty Python.
Sí que se cuenta con la participación de los miembros supervivientes del mítico y genial grupo británico, aunque apenas pasan de cameos dando voz a unos descacharrantes extraterrestres con problemas técnicos de traducción y unos alarmantes niveles de belicosidad. Quien lleva la voz cantante de la función, casi un
"one man show" es Simon Pegg, quien no sólo se comen la pantalla sino que brilla como un vampiro
crepusculiano a lo largo del ajustado metraje, derrochando carisma, naturalidad y su habitual don para la comedia.
No sólo se le nota entregado a la causa al 100%, sino que además es capaz de dar vida por igual a los chistes buenos, regulares y malos del guión (que de todo hay). Es decir, quien no aguante al actor que ponga pies en polvorosa porque es el motor y
alma mater de la película. Tanto es así que los momentos en los que no sale en pantalla se resienten bastante. Se intenta dar algo de relevancia al personaje de la vecina e interés amoroso del protagonista, interpretada por una bellísima Kate Beckinsale, con resultados bastante pobres. La subtrama sobre el tira y afloja con un ex acosador e irritante no pasa de aburridilla pese a los intentos de Rob Riggle por aportar vis cómica.
Por suerte, pronto regresa Simon Pegg (y el genial Dennis) al rescate de la función para saltar las caídas de interés o los tiempos muertos abusivos.
También contamos en esta película con una de las últimas interpretaciones del recordado Robin Williams, en este caso poniendo voz al perro del protagonista. ¿Perdón? ¿Voz a un perro?
Pues sí, y que nos dará algunos de los momentos más hilarantes de la función. La relación entre perro y amo es divertidísima y nos arrancará más de una carcajada. Nunca ponerse en el punto de vista de un perro fue tan condenadamente ocurrente.
En definitiva, una propuesta ligera sin más pretensión que entretener, que el espectador pase un buen rato y arrancarle unas buenas risas y alguna que otra carcajada. Por supuesto, dado el gran reparto de voces cómicas con que cuenta la película no podemos sino recomendar encarecidamente disfrutar de ella en Versión Original. La diferencia con la versión doblada es abismal.
★★★
★★