El
Western es un género tan clásico y ligado a los orígenes del cine que, por mucho que una y otra vez se publiquen
esquelas referentes a su defunción y desaparición, siempre acaba por renacer de sus cenizas y ofrecernos obras interesantes y atrevidas, capaces de aportar un plus para un público renovado.
Este el es caso de la película que nos ocupa, tan tradicional en su planteamiento, forma y desarrollo como original a la hora de arropar el eterno conflicto entre indios y vaqueros con toques que la acercan al cine de terror dentro del subgénero más sangriento, violento y naturalista. Un hijo bastardo de
"Centauros del desierto" y
"Las colinas tienen ojos" cuya premisa podrían haber garabateado en una servilleta John Ford y Wes Craven tras una noche de borrachera. Y curiosamente la mezcla funciona muy bien.
Pese a que hay quien la vende como una película de terror, este encasillamiento puede llevar a engaño. Por tanto, quien se enfrente a su visionado con esta idea en mente se verá a todas luces decepcionado.
No es ni más ni menos que un western formalmente muy clásico de ritmo pausado que nos narra las vicisitudes de una expedición suicida emprendida por un pequeña patrulla de rescate. De esta forma no vamos a toparnos con grandes peleas entre indios y vaqueros, persecuciones frenéticas a caballo ni peleas de
saloon, sino con el largo y difícil trayecto hacia lo imposible de cuatro tipos duros como el granito aunque con los suficientes principios y sentido del honor como para morir en pos de su misión.
La historia se desarrolla sin prisa pero sin pausa, apostando por dar fondo a sus personajes principales, a los que iremos conociendo poco a poco a través de su interacción y de unos diálogos muy bien escritos.
El presupuesto más que limitado de la propuesta se aprovecha de forma muy solvente haciendo uso de pocas localizaciones y dejando que la acción transcurra en su mayor parte en escenarios naturales, sacando partido por lo tanto de esas largas travesías por llanuras y montañas, tanto físicas como metafóricas, ejemplificando el duro viaje de esos cuatro rudos vaqueros cuya fortaleza y convicciones morales es directamente proporcional al calado del desempeño que se han auto-impuesto.
La necesidad de hacer lo correcto por encima de sus propias vidas. Todo muy hawksiano, recordándonos a la férrea relación y complicidad que se establece entre caracteres claramente diferentes tantas veces plasmada en pantalla por Ford o Hawks. Incluso el ritmo de la historia, sobre todo en su primera mitad, puede referenciar a las largas cabalgadas de joyas del tamaño de
"Centauros del desierto" o
"Duelo en la alta sierra".
Un curso de acción que se va cociendo a fuego lento preparando el caldo de cultivo del que se nutre uno de los principales puntos fuertes de la película, como son las interpretaciones. Casi toda la trama se sustenta sobre las poderosas hechuras de sus cuatro actores principales, que realizan un excelente trabajo encarnando a cuatro personajes muy bien escritos y que se van definiendo y evolucionando a lo largo de la historia. Un sheriff veterano que se las sabe todas, un dandy ricachón aficionado a cazar indios, un viejo ayudante de torrencial verborrea (heredero del anciano borrachín que siempre bordó Walter Brennan) y un lisiado con tanta determinación como temeridad que nos lo hará pasar muy mal a lo largo del metraje.
Además, las buenas interpretación se ven favorecidas por unos diálogos a la altura, derrochando socarronería, sencillez y química.
Otro de los puntos fuertes lo marca lo bien que se introduce el elemento
de género dentro de la trama dando paso a lo bizarro, sin rechinar en absoluto ni parecer un recurso forzado.
El largo viaje desemboca en un clímax de violencia y truculencia que si bien no se recrea en el gore más salvaje y sangriento sí que nos dejará con la boca abierta en más de una ocasión por su desgarradora crudeza. Muy buen maquillaje y efectos artesanales. Western y
survival horror hechos uno; sangre, sudor y lágrimas pidiendo protagonismo entre el plomo y la pólvora. Por tanto, no se trata de una propuesta apropiada para estómagos sensibles. En definitiva, una
opera prima más que notable, una mezcla de ingredientes tan curiosa como efectiva que coloca a su director S. Craig Zahler
(hombre orquesta, ya que escribe, dirige y participa en la banda sonora) como un autor a seguir.
★★★
★★ 1/2