Una vez presentados los personajes y el punto de partida de la trama general de la temporada comienzan a moverse los diferentes subargumentos con la calidad y golpes de efecto a los que la serie nos tiene acostumbrados. Al igual que en la excepcional temporada anterior se produce un efecto curioso. Ese devenir sosegado de los acontecimientos y las acciones de los personajes marca de la casa contrasta con la tensión que es capaz de generar al presentar las situaciones. Proseguimos este viaje por la nevada Luverne, Minnesota.
El capítulo se sustenta alrededor de tres encuentros que, pese a ser simples conversaciones, están imbuidas de una dosis de tensión marca de la casa que se sigue constituyendo en un ingrediente infalible para el cocktail de calidad que nos ofrece la serie.
Tres set pieces en las que la tranquilidad inherente a los personajes y los diálogos coloquiales contrastan con el suspense y la incertidumbre que son capaces de generar, y en las que las palabras llenas de dobles sentidos y, sobre todo, los silencios crean un clima que atrapa al espectador sin remedio.
La primera de ellas es una conversación materno-filial en casa de los Gerhardt. El patriarca no ha muerto, aunque los efectos del derrame cerebral dejan a la familia criminal sumida en una crisis interna.
Aunque casi todos parecen apostar por el liderazgo de la matriarca, el hijo mayor no está nada de acuerdo y se muestra más que decidido a reclamar su herencia. La visita de Mike Milligan, representante de una facción mafiosa de Kansas City que pretende comprar el territorio criminal de la familia, lo que incluiría conservar a los propios Gerhardt como peones a sueldo, es la gota que colma el vaso de las aspiraciones del joven y ambicioso Dodd.
Sin embargo, la matriarca se encargará de poner los cojones encima de la mesa para demostrar que es mucho más que la mera esposa del cabeza de familia. Un tet a tet que acabará con Todd cediendo a regañadientes en primera instancia... aunque sus planes son muy diferentes...
Por otra parte, Lou consigue (con la ayuda involuntaria de su mujer) encontrar el arma del crimen del Waffle Hut. Un paso más para aclarar unos hechos con demasiadas sombras aún. Sus sospechas al ver pasar el coche de Milligan y sus secuaces por delante del lugar del crimen derivarán en un encuentro entre el matón afroamericano y el sheriff Larsson.
La tensión se palpa en el ambiente mientras Larsson interroga a los mudos hermanos Kitchen y al locuaz Milligan, que empieza a constituirse en uno de los personajes con más punch de la serie. Todo un personaje que supura peligro por todos sus poros mientras ofrece su cara más amable envuelta en una cháchara interminable que le confiere un atractivo atroz. Esperemos verlo mucho más por aquí.
Mientras tanto, el pobre Ed Blomquist se afana por limpiar los restos de la muerte de Rye (tanto del coche y el garaje como de su propia alma, brillante metáfora el fuego que devora su ropa mientras contempla desnudo cómo se consumen las últimas manchas de iniquidad) al tiempo que su esposa intenta mantener la imagen de normalidad de cara a sus vecinos. Pequeños gestos que acabarán con su jefa tirándole los tejos de forma muy sensual e intuyendo su esencia de
"chica mala". En paralelo,
Ed se propone hacer desaparecer la última prueba del crimen: el propio cadáver. Pecata minuta para un carnicero y una larga noche por delante para trocear y pasar los restos de Rye por la picadora. Sin embargo, la inesperada visita de Lou en busca de conversación nocturna y un poco de bacon para el desayuno y la inesperada entrada en juego de un juguetón dedo del cadáver propiciarán una de esas tensas escenas en las que todo puede pasar y una mirada al lugar equivocado puede desencadenar la tragedia. Chapó.
Como adenda a estos tres momentazos podemos incluir la visita de Milligan y sus silenciosos secuaces al vendedor de máquinas de escribir en busca de pistas sobre el paradero de Rye, y que nos ofrece un imaginativo uso de una de estas máquinas como inesperado instrumento de tortura.
Como hemos ido viendo, sobre todo el episodio planea la sombra de un comodín que todas las facciones implicadas buscan como apoyo para consolidar su liderato: el desaparecido Rye Gerhardt. Los Blomquist se han colocado involuntariamente en el centro de una tormenta que está a punto de desencadenarse y que puede arrasar con todo.
Por Antonio Santos