La acción arranca en un convento de México, donde tiene lugar el nacimiento de un bebé sano y hermoso.
Lástima que la dicha no dura demasiado, ya que una misteriosa criatura bien provista de garras afiladas lo rapta de su cuna y acaba degollando a la madre sin compasión alguna. La monja que atendió el parto, la hermana Anne Marie, resultará ser una vieja conocida de John y le pedirá ayuda (bilocación mediante). Una presentación que nos deja claras tres cosas: Tiene un pasado compartido con John (y no precisamente plácido), estuvo metida en el embrollo de Newcastle y no es precisamente ajena a las artes oscuras, sino que además es quien introdujo a Constantine en ese mundo (hecho que carga sobre su conciencia).
Un personaje con peso dentro de las vivencias de Constantine, y que debería constituirse en presencia recurrente de aquí al final de la temporada.
Con una de esas excusas argumentales tan laxas como nos tienen acostumbrados, la narración se divide en dos.
Por una lado, John y Chas partirán a Ciudad de México y, por otro, Zed se queda en casa para que avance su propia subtrama. El modelo pictórico con oscuras intenciones se vuelve a cruzar en su vida, aunque las visiones de la chica la ayudarán vislumbrar que lo que pretende ser una cita no es sino un medio para conseguir algo de ella, y no precisamente pasar una buena noche. De esta forma, Zed se las arregla para llevar al chico misterioso a la guarida de John y una vez allí sonsacarle sus verdaderas intenciones, que resultarán ser llevarla de vuelta con su familia. Algo en lo que tendrá la ayuda de una pareja de lo más peligrosa.
En una escena frenética, Zed consigue aprovechar las pecualiares y paradójicas características espacio-temporales de la Casa del Misterio para librarse de la mujer, aunque el hombre consigue finalmente dejarla sin sentido. Parece que pronto conoceremos el misterioso pasado de la joven.
Ajeno a todo esto, John emprende su investigación del rapto del recién nacido. Asunto que se empezará a complicar cuando otro bebé sea arrancado de su cuna también en idénticas circunstancias. Tras un poco de magia y bastantes fricciones con Anne-Marie (la relación entre ambos personajes se plantea de lo más conflictiva), comienza a vislumbrarse tanto el artífice de los violentos raptos como sus motivaciones, que tendrá repercusiones a una escala mucho mayor de lo esperado.
La responsable resultará ser Lamashtu, una de las hermanas de Eva y uno de los más poderosos y primigenios entes demoníacos de la creación. Mal enemigo se ha buscado nuestro mago. Aunque la cosa se pone aún peor cuando se descubre que este ser está al servicio de alguien. ¿Quién puede ser lo suficientemente poderoso como para controlar a Lamashtu? La respuesta vendrá a partir del descubrimiento de la relación entre los dos niños raptados. Resulta que el padre del primero es el abuelo del segundo y, por tanto, el hilo que llevará al revelador ovillo.
Quien está tras todos estos actos es una ancestral y mítica secta llamada "La brujería", aparentemente destruida al no tener cabida ni en el Cielo ni en el Infierno. Sin embargo, la
Oscuridad Creciente está derrumbando todas las barreras y es la causa de que este culto haya encontrado la vía de acceder de nuevo a nuestro plano... para lo que necesita a los bebés raptados, que no son sino descendientes de los últimos integrantes conocidos de la secta.
De esta forma, Constantine y Anne-Marie deberán recordar viejas andanzas y aliarse para recuperar a los bebés en una peligrosa persecución de la criatura demoníaca a través de los túneles bajo la ciudad. Una escena llena de tensión, oscuridad y momentos terroríficos en la que John no dudará en amenazar con acabar con la vida de uno de los niños para sonsacar la verdad a Lamashtu antes de ejecutar uno de sus golpes maestros para vencerla.
Sin embargo, no es la única criatura del mal que pulula por los túneles, cosa que no tardará en apreciar Constantine, que se ve traicionado, herido y abandonado a su merced por una Anne-Marie que no duda en jugar sucio para salvar la vida de los bebés rescatados. Un final por todo lo alto para un capítulo que sigue la línea ascendente de la serie. No sólo nos ha dejado buenos momentos de horror sobrenatural y trufados de la ironía propia de Constantine, sino que además nos ha servido en bandeja nuevas revelaciones sobre el pasado y carácter de nuestro mago favorito.
Por Antonio Santos