Sinopsis: El hombre imaginado es el tercer libro publicado por el autor zaragozano, aunque afincado en Madrid,
José Ignacio Becerril Polo (Nachob). Temáticamente puede considerarse sin duda alguna una continuación -o ahondamiento- de su anterior obra
El monstruo en mí (Saco de Huesos – 2011). El autor profundiza en la naturaleza del ser humano desde diversas perspectivas en ocasiones con rudeza, en otras con un delicado devenir, pero siempre con eficacia.
Reseña: Cuando
Miguel de Cervantes afirmó que «segundas partes nunca fueron buenas», se basaba exclusivamente en su experiencia personal. Si el escritor manchego hubiese tenido la oportunidad de conocer a
Nachob (seudónimo por el que se conoce al autor) y, lo más importante, leer la continuación de
El monstruo en mí se retractaría.
Al igual que su antología predecesora,
El hombre imaginado se convierte en un tributo del autor zaragozano a los grandes clásicos de la literatura, desde
La Iliada de Homero hasta la obra completa de
Isaac Asimov, en pequeño formato.
En esta ocasión, los relatos se encuentran organizados según tres grandes temáticas: «Monstruos», «Héroes» y «Estrellas». A fin de comprender esta peculiar distribución, pues cuando inicias su lectura adviertes una mayor variedad de argumentos, recomiendo leer el magnífico prólogo escrito por el editor de
Nachob, sin abusar de las alabanzas como suele ser lo propio en estos apartados. Por el contrario, nos describe con gran precisión el contenido del libro, pero sin desvelarnos aquellos aspectos que convierten a
El hombre imaginado en una lectura imprescindible por su calidad narrativa («Horda»), su variedad estructural («Vlad»), el amplio catálogo de géneros que engloba («El corazón del héroe», «As time goes by (el dolor es bueno)» y los cuatro relatos como tributo a
Asimov y, sobre todo, el despliegue de imaginación que realiza el autor en todos y cada uno de ellos.
Y si
El monstruo en mí abogaba por la reflexión, esta secuela opta por la participación del lector. Es obvio que
Nachob busca dejar huella a través de sus historias y, aunque ya lo consigue por sí mismo por todos los rasgos anteriormente mencionados, esta posibilidad de interactuar con el propio libro nos devuelve a aquellas novelas en las que la lectura avanzaba conforme a nuestras decisiones, desviándonos a diferentes páginas conforme a la elección realizada. De esta forma, podemos apreciar las asociaciones existentes entre los relatos, aportándoles una percepción completamente distinta si optamos por esta segunda modalidad (y, además, nos permite apreciar el orden cronológico en el que fueron escritos antes de agruparse en un único volumen). Por supuesto, también podemos seguir la estructura lineal clásica. O empezar por la sección intermedia que engloba aquellos relatos ambientados en el pasado («De héroes)», mientras que la primera son historias más presentes («De Monstruos») y finalizar con aquellos contextualizados en un futura quizás no tan lejano como nos pueda parecer («De estrellas»). Las opciones son múltiples y la forma de leerlos depende del tipo de lector.
Centrándonos en el contenido de los relatos, resulta difícil decantarse por un solo relato o un conjunto de ellos, pues todos poseen el estilo propio de este escritor zaragozano que los hace únicos, sobre todo con sus finales. Es posible que algunas temáticas nos resulten conocidas («Odio» o «Mala hierba»), pero
Nachob se aplica la filosofía de «lo importante no es como se empieza, sino como acaba». En ese aspecto, destaca «De Monstruos», en los que resulta imposible no releer los últimos párrafos tras el último giro narrativo. Apenas necesita unas pocas líneas para sorprendernos, haciendo que nos preguntemos que nos tendrá deparado en la siguiente página.
Por otro lado, las revisiones personales que realiza el autor de las historias que todos conocemos demuestran su increíble versatilidad, sabiendo adaptarse a cualquier género. Así, encontramos tributos a
La Iliada (Homero),
El señor de los anillos (J.R.R. Tolkien), Drácula (Bram Stoker), Alicia en el País de las Maravillas (Lewis Carrol) o
Yo, robot (Isaac Asimov), pero narrados de una forma que nunca antes se nos habría ocurrido. Por ejemplo, la peculiar combinación entre ciencia-ficción y la estética de
Lovecraft (
Mundo humano (almas robóticas)) o la narración de la épica epopeya desde la perspectiva de sus dos principales protagonistas masculinos (
El corazón del héroe).
En definitiva,
Nachob no solo consigue situarse el nivel de su anterior trabajo, sino superarlo. Lástima que
El hombre imaginado sea su despedida literaria, eclipsando de forma parcial la alegría por haber disfrutado de tantas y tan buenas historias reunidas en un solo libro. Confiemos que este adiós se acabe convirtiendo en un simple «hasta luego» y pronto podamos volver a disfrutar de la imaginación de este prolífico autor. Y mientras esperábamos ese momento, concluimos con el mismo poema que pone punto final a esta antología:
Por ahí fuera hay estrellas, hay héroes y hay monstruos. Pero de estos últimos los peores, los más peligrosos, están mucho más cerca. Nos esperan… al otro lado del espejo.
Lo Mejor: La calidad narrativa de los relatos, la amplia variedad de géneros que engloba, la diversidad de estructuras, la interacción con el lector, el tributo a los grandes clásicos de la literatura, los finales, el despliegue de imaginación… Casi todo.
Lo Peor: Algunos relatos podríamos encontrarlos en cualquier otra antología («Dios es un amante cruel», «Nadie es inocente», «Donde anidan los mirlos» o «Una decisión lógica»). La necesidad de recordarse que estamos leyendo relatos, pues acabamos muchos deseando más («As time goes by (el dolor es bueno)» o «Invasión»). Representa la despedida literaria de Nachob.
Calificación:
9.5/10
Por MariCarmen Horcas
Título: El hombre imaginado; 311 págs.
Autor: José Ignacio Becerril Polo
Editorial: Pedro Escudero Ediciones, 2013
Amante del séptimo arte y en especial de la ciencia ficción. Fan incondicional de Stanley Kubrick y Terrence Malick, pero con todo y con eso, soy capaz de disfrutar en colorines de cintas de dudosa reputación. Cantante en mis tiempos libres y apasionado del mundo del cómic. Eso si, siempre con una birra cerca.