Sid Vicious, incorregible líder de los Sex Pistols, definía el espíritu del punk como
"Provoca el mayor caos y alteración posible, pero no dejes que te cojan vivo".
No hay duda de que el núcleo de este concepto vital está presente en esta propuesta atrevida que mezcla punk, neonazis, sangre y tensión claustrofóbica. Aunque sólo está presente en parte.
El director Jeremy Saulnier sigue mostrando buenas hechuras al mando de la cámara tras el soplo de aire fresco que supuso su anterior propuesta (
Blue Ruin) y nos ofrece un producto muy entretenido
cuyos mayores aciertos son su plasmación desprejuiciada y seca de la violencia y la original premisa de la que parte: un grupo de punk que lleva la filosofía anárquica del movimiento a rajatabla (
"No future", vivamos al día, sin atender a convencionalismos sociales, leyes o líderes) verá como el destino les lleva a un antro de mala muerte lleno de paletos neonazis en
un concierto que acaba derivando accidentalmente en una suerte de Deliverance con esvásticas en un entorno claustrofóbico.
Lo mejor de la película es que va directa al grano. Rápidamente
nos presenta de forma divertida a la banda de anárquicos protagonistas que se han de constituir en los (anti)héroes de la función y pronto los coloca en una situación más que complicada por el
Murphiano motivo de estar en el momento equivocado en el lugar de equivocado. A partir de ese momento
asistimos a una montaña rusa de violencia, sangre y situaciones bizarras en un cuchitril que se convierte en el tenso escenario del juego del gato y el ratón (estilo "Rasca y Pica") que se va a desarrollar entre sus cochambrosas paredes. A destacar también la siempre estimulante presencia de dos jóvenes talentos como Imogen Poots y el tristemente desaparecido Anton Yelchin, arropados por un veterano de la talla de
Patrick Stewart que con cuatro matices construye un personaje que da auténtico miedo soterrado, siendo capaz desde la (falsa) parsimonia y la contención gestual de evidenciar que tras la fachada de bonhomía y tranquilidad se esconde un volcán de puro odio e ira destilada a punto de explotar.
Sin embargo, en opinión de quién aquí suscribe la corriente general de veneración y pronta entronización de esta película no hace sino jugar en su contra. ¿Estamos ante una nueva maravilla del género que rompe convenciones? No.
Más allá de la premisa original no encontraremos aspectos novedosos que no hayamos disfrutado en otras propuestas. Incluso el juego de "escapo y vuelvo una y otra vez a la habitación" puede llegar a hacerse un poco cansino (por suerte la duración es bastante ajustada), el personaje de Imogen Poots parece que sale de la nada y está encajado en la trama con pinzas y hay determinadas situaciones con las que hay que hacer un pacto de ficción, como la posibilidad de que un
tirillas (por mucho espíritu punk que lo sustente) sea capaz de atenazar con cierta facilidad (y repetidas veces) a una mole con patas. Aconsejando no ir con expectativas demasiado elevadas,
la principal ventaja de esta película es que no se toma en serio a sí misma y desde esa perspectiva hay que cogerla, entrando en el juego para disfrutar del punto macarra y absurdo en ocasiones que le da el tono a la sangrienta trama. En resumidas cuentas, un producto muy entretenido al que tampoco hay que exigir la quintaesencia de las maravillas para que nos haga pasar un buen rato, que es de lo que se trata. Intenta ser el
"Rock music" de los Pixies aunque se queda en la sucia versión de Los Ramones del clásico
"Street fighting man", lo cual tampoco está nada mal.
It's only rock and roll but i like it.
★★★
★★