Vuelve la serie del velocista escarlata tras su mini-parón y lo hace a velocidades hipersónicas. Si bien el desarrollo del capítulo parece augurar que nos encontraremos ante unos niveles de trascendencia tirando a bajos, desarrollando el típico argumento de puesta en situación tras un tiempo sin disfrutar de la serie,
el último tercio del episodio se encarga de dinamitar nuestras expectativas y dejarnos con la boca abierta en un clímax vertiginoso y sorprendente.
Como rival del capítulo de hoy volverá un viejo conocido: el Hechicero del Clima. Sólo que no es el metahumano que conocimos en el primer capítulo sino su hermano Mark, dotado con los mismos poderes al estar ambos involucrados en el mismo accidente y con la misma falta de escrúpulos para el robo y el asesinato.
Además, llegará cargado de una insaciable sed de venganza por la muerte de Clyde Mardon; venganza contra la persona que le disparó, que no es otra que Joe West. De esta forma, el detective pasará a ser el blanco del asesino superpoderoso. Un enemigo complicado de batir, ya que demuestra mucho más control que su hermano sobre sus poderes, además de una encomiable sangre fría que hace que no le duelan prendas en acabar con quien se ponga en su camino para saldar cuentas con Joe... incluso entrando como elefante en cacharrería en la comisaría sin que nadie tenga opción a toserle ni contando con un ingenio de Cisco para anular los poderes sobre el clima del villano. Si no puedes cogerlo, no es útil, claro. Flash llegará a tiempo de salvar la situación, aunque no podrá evitar que el capitán Singh salga malherido en su afán de poner a salvo a West.
En la loca carrera por salvar la situación Flash experimentará un curioso efecto: por un momento se ve a sí mismo corriendo a su lado, como una sombra o un espejismo.
Mientras tanto, las correrías amorosas de Barry siguen su curso para solaz de la chavalería. Ya sabemos, el peaje que hay que pagar y tal. Aunque como todo en este magnífico episodio las cosas serán más complejas de lo que parece a simple vista. Una partida de bolos se convertirá en una cita de parejitas donde los celos comenzarán a salpicar a diestro y siniestro. Tanto Linda como Eddie soltarán chispas al ver cómo sus respectivas parejas hacen gala de su buenrollismo mutuo. Por su parte,
Por su parte, Cisco sigue dándole vueltas a las sospechas de Joe sobre la vinculación de Welles al asesinato de Linda Allen. Sobre todo porque sigue con la mosca detrás de la oreja por el fallo del mecanismo de contención que diseñó para atrapar al Flash Reverso. De esta forma, le pedirá a Caitlin que mantenga a Welles entretenido mientras él revisa el mecanismo a conciencia.
Y aquí es donde todo explota. Por exigencias del guión (porque mira que hay que ser torpe) Joe caerá en las garras de Mardon, quien demuestra que sus planes van mucha más allá de acabar con la vida del detective. Lo que realmente quiere es acabar con todo lo que le importa mientras su víctima es testigo impotente, empezando por su hija y siguiendo por la mismísima Central City. De esta forma, se pone en marcha una auténtica montaña rusa donde los hechos se desarrollan a velocidad de vértigo y las sorpresas comienzan a saltar por doquier. Comenzando por Cisco, que revisando a conciencia la trampa hace un descubrimiento asombroso: el Flash Reverso es una imagen insertada dentro del mecanismo. Por tanto, ¿quién cogió a Welles y le propinó una paliza monumental? Pues el propio Harrison Welles, que no tiene un pelo de tonto y se huele la tostada, dejando a Caitlin compuesta y sin jefe y plantándose sin su silla de ruedas ante Cisco, a quien revelará la verdad.
Su verdadero nombre es Eobard Thawne, se trata de un pariente lejano (en el tiempo) de Eddie y es el asesino de Linda Allen, aunque a quien pretendía matar era a Barry. Tras llevar 15 años atrapado en nuestra linea temporal, el propio Barry es el único que puede devolverle al futuro, a su propia época. Evidentemente, estas revelaciones sólo pueden acabar con la muerte de Cisco. Pese a que el listón está bien alto, el desencaje de mandíbula total llega al final. Mardon provoca un maremoto para arrasar la ciudad, y la única forma de pararlo es que Flash recorra la costa forzando su velocidad como nunca para crear una barrera protectora, antes de lo cuál Barry e Iris se sinceran por fin sellando su mutua atracción con un beso. Sin embargo, el efecto de la velocidad extrema de Flash tendrá consecuencias inesperadas, encontrándose de pronto en su pasado reciente, en la misma carrera en la que le pareció verse a sí mismo.
Por tanto, no se trataba de un efecto reflejo, sino de su yo futuro plegando el espacio-tiempo y regresando al pasado por efecto de la Fuerza de la velocidad. De esta forma, se abre una nueva ventana en la que nada de lo anterior ha ocurrido. ¿Conservará Barry sus recuerdos? ¿Será capaz de cambiar los acontecimientos? Todo un escenario asombroso que encumbra al episodio en lo más alto de la temporada. Un 10 para los guionistas por ofrecernos estos niveles de diversión e imprevisibilidad.
Por Antonio Santos