¿Qué es un blackhat?, dices, mientras clavas en mi pupila tu pupila azul... Contradiciendo al gran Gustavo Adolfo, hay un porcentaje mínimo de probabilidades de que un blackhat seas tú. Porque un blackhat no es ni más ni menos que un hacker de los malos, de los que se dedican a quebrar los sistemas informáticos y de seguridad lógica que se le ponen entre ceja y ceja con el objetivo de causar el mayor daño posible. Una pesadilla para la
policía de internet. La viva imagen del caos, la personificación del mismísimo
Joker del mundo cibernético. Por suerte, también existe la figura del
whitehat, es decir, el
caballero oscuro del ciberespacio, dedicado a proteger desde el más absoluto anonimato la seguridad y el orden de la información que cada día distribuimos por la red de redes.
Básicamente, de esto va la película: el bien contra el mal en los procelosos mares de internet. Sólo que esto no es Tron, así que la lucha por el poder en el ciberespacio no tiene más remedio que mostrarse con los mecanismos del thriller al uso, un campo del que Michael Mann conoce y maneja todos los mecanismos a la perfección.
Sin embargo, desde el principio vamos viendo detalles de que este no es el gran thriller que prometían los avances, y no sólo por esa coletilla ridícula que le han implantado en España (que eso de
"Amenaza en la red" suena a telefilm insulso de sobremesa dominical), sino porque tarda una eternidad en arrancar. Una larguísima secuencia de lucecitas que se propagan por los cables sirve como presentación de la amenaza de la película. Se podría haber causado un mayor efecto en la mitad de tiempo creando más tensión.
A partir de aquí, nos topamos con una trama muy endeble. Cero originalidad, nada que no hayamos visto docenas de veces antes y personajes unidimensionales que podrían definirse en dos lineas. Sin apenas matices, todo blanco y negro; malos malísimos con motivaciones tan simples que cabrían en una servilleta de papel y buenos heroicos y capaces de los mayores sacrificios.
Sólo cabe añadir que el carisma de Chris Hemsworth como protagonista de la función es mínimo. Tampoco es que pudiera hacer mucho con un personaje tan plano más allá de darle un poco de presencia y seguir postulándose como action hero de una nueva generación. Como muestra un botón: teniendo un personaje que está en la cárcel por pasar años delinquiendo
"desde un despacho", nada más salir se convierte automáticamente en un heroico caballero andante capaz de jugarse la vida por lograr su misión. Sin una transición, sin unas motivaciones que hagan creíble este cambio. Y, por supuesto, experto en todo tipo de armas de fuego. Parece mentira que Mann haya apostado por algo tan simple.
Y es que ni siquiera un director de su talento es capaz de que la película sobresalga, aunque por suerte sí que deja retazos suficientes de su habitual nervio y excelencia estética como para mitigar los evidentes defectos de la trama (incluyendo un final tan visualmente potente como previsible y típico).
No hay duda de que sabe sacar mucho partido a las localizaciones exóticas de gran parte de la película (Hong Kong, Yakarta o las agrestes extensiones de Indonesia) y nos deja para el recuerdo algunos momentos de tensión marca de la casa y, sobre todo, dos grandes escenas de acción llenas de garra, fuerza e intensidad que valen por sí solas el visionado de esta película aunque nos recuerden lo que podría haber sido y no fue. En resumen, una decepción para los seguidores del gran Michael Mann, que muestra haber rodado prácticamente en piloto automático y que a duras penas logra solventar un guion flojo y manido con frecuentes caídas de ritmo y excesiva duración para darnos un producto que, pese a lograr el aprobado raspado, nos sabe a muy poco.
★★
★★★