Tras ponernos en antecedentes del pasado compartido entre Peggy Carter y Steve Rogers, donde se evidencia la importancia del "fallecido"
supersoldado en la vida de la chica (más como ejemplo de carácter y valores que como
leit motiv amoroso), rápidamente vemos su actual estatus tras la finalización de la guerra.
Sigue vinculada al SSR (Reserva Científica Estratégica) aunque de un rol activo y altamente efectivo e incisivo en las operaciones militares en el transcurso de la guerra (encabezando los Comandos Aulladores tras la desaparición del Capi) ha pasado a un papel mucho más pasivo en su vuelta a la sociedad civil. Aquí se enfrentan de forma sutil las dos formas en las que se ve obligada a pasar desapercibida; por un lado en su vida personal, ya que al trabajar en una agencia secreta de espionaje debe mantener a su entorno al margen de su actividad real; por otra parte, siendo ninguneada constantemente por sus compañeros de trabajo, que no ven en ella nada más allá de una secretaria, sin ser capaces ni por asomo de reconocer sus capacidades. De cualquier forma, su entorno más cercano se reduce a una compañera de piso a la que ve de uvas a peras.
En este entorno cargado de frustración y una cierta sensación de desesperanza se plantea el hecho que dará lugar a la trama principal de la serie:
Howard Stark es investigado por una comisión gubernamental por alta traición. Alguien ha accedido al laboratorio secreto donde reservaba sus experimentos armamentísticos más potencialmente peligrosos y ha comenzado a vender las especificaciones en el mercado negro al mejor postor, con el peligro que eso supone. La cabeza de turco será el propio Howard, que contactará con su amiga Peggy para que le ayude a limpiar su nombre y recuperar los peligrosos inventos antes de que lleguen a malas manos. Para ello contará con un ayudante de excepción: Edwin Jarvis, de profesión mayordomo (labor que ejecuta con la máxima eficacia y discreción, sobre todo
sacar la basura de la vida disoluta de su jefe) y que se verá metido a su pesar en el peligroso mundo del espionaje industrial, que pronto adquirirá dimensiones mucho más oscuras.
En este capítulo asistimos también a la primera misión de recuperación. Una venta se va a realizar, con un
capo de los bajos fondos como intermediario, en un club nocturno de su propiedad. Y allí irá Peggy para recuperar el arma, con un doble handicap. Por una parte, lidiar con los peligrosos hampones; por otro, adelantarse a sus propios compañeros, que van tras Howard Stark. Para ello utilizará todas sus armas de mujer, convirtiéndose en una rubia cañón (ya que la ponen en segundo plano por ser mujer, ¿qué mejor forma de
vengarse que aprovecharse de ello?) en una escena llena de ritmo y diversión, donde además hará uso de imaginativos
gadgets de espionaje
"tipo Bond" cien por cien
vintage.
Aquí se presentarán también los antagonistas principales de la función, unos lacónicos, duros y despiadados sicarios de gatillo fácil pertenecientes a una misteriosa organización llamada Leviatán que está fabricando en masa los peligrosos artefactos a partir de los diseños robados a Stark. Una organización que se revela de lo más peligrosa en sus métodos y propósitos, como demuestra el electrizante final del capítulo, donde Peggy y Jarvis escaparán por los pelos tras descubrir el propósito de sus antagonistas.
En líneas generales, un buen capítulo de presentación donde se sientan las bases y se saca mucho partido a la ambientación y tono de aventura sin prejuicios elegidos para la serie. Es loable también que, pese a contar con una duración muy limitada (sólo ocho episodios) se descarte el carácter episódico y se apueste por una trama de mayor nivel que se desarrolle a lo largo de la serie, lo que le da más riqueza. Todo ello con muy buen ritmo y una protagonista fuerte y carismática, cuya relación con un personaje tan peculiar como Jarvis va a ser muy divertida. No va a ser la serie del año, pero sí parece asegurar buenas dosis de entretenimiento. Esperemos que siga en esta línea.
Por Antonio Santos