Si bien he de reconocer que Fellini nunca ha sido santo de mi devoción, y que sus películas se me hacen largas y pesadas la mayoría de las veces, también he de admitir que son como mínimo magníficas. La Strada, la Dolce Vita, 8 1/2, son un claro ejemplo de lo que estoy hablando. Le notti di Cabiria pertenece también, por derecho propio, a ese selecto grupo de joyas italianas.
Cabiria es una prostituta de los barrios bajos y pobres de Roma. Sueña con encontrar a un hombre que la ame realmente y que pueda sacarla de esta vida, aunque por más que lo pida a la Madonna, el milagro no ocurre. Un chulo que le roba el dinero y trata de ahogarla en el río, una conocida estrella de cine italiano, un alma caritativa que entrega comida y ropa a los pobres, son muchos los hombres que pasan por su vida, y no me refiero únicamente a las transacciones económicas, son hombres que ganan su gran e ingenuo corazón, que si bien puede estar reforzado por un duro carácter, es dulce y hermoso. Todos son decepciones hasta que conoce a un tímido contable que está perdidamente enamorado de ella.
Fellini es uno de los grandes exponente del neorrealismo italiano, o en su caso, realismo mágico, buscando mostrar lo irreal o extraño como algo cotidiano y común. No trata tanto el suscitar emociones, como más bien expresarlas. En el caso de Le notti di Cabiria, nos encontraríamos ante una muestro de ello. Cabiria no es la típica heroína de película, no resuelve misterios, enamora al protagonista, o es la piedra angular de una gran familia, no. Es una prostituta de buen corazón que trata de escapar de ese mundo, es una mujer que busca una segunda oportunidad. No va a servir de ejemplo a las espectadores, o enamorar a los espectadores. Es una persona de carne y hueso. Es alguien real. Y es la protagonista de Fellini. Giulietta Masina, esposa del director, es la encargada de dar vida a este personaje que ya forma parte de la historia del cine. Todo el peso recae sobre su diminuta espalda, ofreciéndonos posiblemente la que sea su mejor interpretación. Sus muecas y expresiones faciales aportan mucho más a la historia que cualquier tipo de diálogo, ya sea tristeza, amor, curiosidad o felicidad lo que quiera plasmar.
Podríamos decir que la película es una sucesión de capítulos que tratan de mostrar poco a poco la personalidad de Cabiria, las diferentes cosas que le han ocurrido, el mundo que la rodea, de manera que podamos entender y no sentir más que admiración por el genial final. La presentación del personaje no podía ser mejor, víctima de un intento de asesinato en un río del que es rescatada de ser ahogada por un grupo de chicos. Su peculiar manera de dar las gracias es llamativa. Un nuevo sueño roto, ya que el responsable de dicho accidente era su amante, por lo que habrá que resignarse a esperar a un milagro que la saque de la vida de prostituta. Vemos cómo se niega tener a un "hombre" que cuide de sus negocios. Asistimos a la clara diferencia entre las prostitutas del centro del Roma, y las del extrarradio. La condición de vida de los pobres en las cuevas de las afueras de Roma, en concreto una antigua prostituta conocida de Cabiria, la cual disfrutó de todo tipo de lujos en su juventud, y que ahora se ve reducida a vivir en el olvido y la miseria. Pero es tras el fallido intento de "peregrinación" hasta la Madonna para pedirle que la ayude, cuando asiste a un espectáculo que, hipnotizada, desnuda su corazón al público. Un joven contable queda prendado de ella y comienza a tratarla como una reina. No es de extrañar que pase poco tiempo hasta que Cabiria decida casarse con él.

Al igual que hizo con La Strada, Fellini busca mostrar esa otra cara de la sociedad, a los marginados que socialmente no aceptamos, pero sin los que no habría sociedad, ya que son necesarios. Circos ambulantes, prostitutas...
Ganadora del Oscar a Mejor Película Extranjera en 1958, y del Premio a Mejor Actriz en Cannes, Las noches de Cabiria fue uno de los grandes éxitos de Fellini, y una de esas cintas consideradas como tesoro cinematográfico y documental.
Calificación: 8,5/10
Por José Mayo
Amante del séptimo arte y en especial de la ciencia ficción. Fan incondicional de Stanley Kubrick y Terrence Malick, pero con todo y con eso, soy capaz de disfrutar en colorines de cintas de dudosa reputación. Cantante en mis tiempos libres y apasionado del mundo del cómic. Eso si, siempre con una birra cerca.