¿De qué va?
Maxime Stransky trabaja para Stalin. Es su actor, falsificador y productor de Hollywood que es usado a su antojo para, a lo largo de los años, subir la inflación de Estados Unidos o avisar de los posibles contraataques de Hitler. Stransky tuvo que vivir engañando a su familia por el servicio a su lider y eso lo llevó a tener otra vida en Estados Unidos casándose y teniendo una hija, de tal forma que tenía dos familias.
Actores.
Jordi Collado es Maxime Stransky joven
Anthony Senet es Sergei Eisenstein
Marisa Ibañez es Kalyna
Valentí Piñot es Maxime Stransky viejo.
Impresiones.
Valentí Figueres, quien ya había realizado el documental
Vivir de Pie. Las Guerras de Cipriano Mera, se adentra en el largometraje pero sin olvidar sus tintes de archivo.
El Efecto K. El Montador de Stalin es una cinta que parece un documental. Los diálogos son mera narración y lo que escuchamos en su mayoría es la magnífica voz de
Jordi Boixaderas, voz de doblaje habitual de
Gerard Butler, quien nos cuenta en la piel de Maxime Stransky todo lo vivido en su piel. Así,
Figueres narra casi en forma de rompecabezas, una historia que poco a poco se va ordenando con el uso de bobinas que nos van refrescando épocas vividas por el protagonista, donde uno de los alicientes es la pasión por grabarlo todo como cineasta que quería ser el joven Maxime Stransky.
Así en su comienzo nos adentramos en la muy fiel amistad de amigos entre él y Sergei Eisenstein, quien destacaría por ser el director de cintas como
El Acorazado Potemkin u
Octubre. No obstante, el uso que le daba cada uno a la cámara era muy diferente, ya que Stransky se veía obligado a grabar todo lo que veía para luego enviarlo a Stalin y así tener un reconocimiento total de la situación. Seguidamente, el reclutamiento del protagonista lo obligará a viajar por el mundo, cambiando de personalidad y teniendo un alter ego por el que acabaría confundido él mismo. Sin embargo, toda ésta historia tiene un pero, y es que no hay emoción.
Figueres abusa en demasía de las imágenes de archivo, y tarda en contarnos una historia que no tiene mucha trama, dos largas horas. A eso hay que sumarle que la película tiene un uso continuado de dos temas principales que resultan monótonos, aburridos y que no dejan de repetirse en ciento veinte minutos. Algunas escenas están muy descuidadas como las grabadas por el propio Stransky donde nos muestra una calidad de imagen que no era de la época (sobretodo si las comparamos con las imágenes de archivo) y una muestra de color cuando éste llegó años después de como aparece en el film.
El Efecto K. El Montador de Stalin hubiese funcionado mejor como documental. Como película aburre y decepciona, sobretodo porque en una película con semejante historia, podía haberse jugado muy bien con la aventura y la acción, impregnado con el suspense y las conversaciones con Stalin. Sin embargo, han optado por abaratarla de forma extrema y solo vemos sombras, muñecos, comparativas... Sí, la subvención dada para la película no se ha visto reflejada por ningún sitio. Imágenes de archivo, una detrás de otra. Una banda sonora cansina, un trabajo de actores muy pobre... Un documental, y barato, en resumidas.
Es una pena porque daba para mucho y se ve que
Figueres tiene capacidades, pero probablemente lo suyo sea el documental y no el largometraje. Probablemente el dinero se lo hayan gastado en lo mejor de la cinta, que es la narración de
Boixaderas.
El Efecto K. El Montador de Stalin participaba en la sección de
Zonazine del
16 Festival de Málaga.
Lo Mejor: La narración de Jordi Boixaderas
Lo Peor: El continuado uso de imágenes de archivo. Su duración. Es mas un documental que una película.
Calificación:
3/10
Por Dante Martín
Amante del séptimo arte y en especial de la ciencia ficción. Fan incondicional de Stanley Kubrick y Terrence Malick, pero con todo y con eso, soy capaz de disfrutar en colorines de cintas de dudosa reputación. Cantante en mis tiempos libres y apasionado del mundo del cómic. Eso si, siempre con una birra cerca.