La historia de la producción de Destino tiene su lado fatídico. Si nos ceñimos estrictamente al argumento de este cortometraje, después de calentarnos mucho la cabeza y verlo un par de veces, podemos sentenciar que se trata de una historia de amor entre dos seres imposibilitada por el caprichoso destino. Y, ¡ah, cómo son los hados, que juegan con los mortales como simples marionetas por muy geniales que sean! Porque estos seis minutos de apabullante surrealismo animado, además de albergar una cantidad ingente de metáforas visuales para disfrute de quien las quiera desentrañar, son una alegoría involuntaria de su proceso de producción.
Destino era originalmente un proyecto que formaría parte de un espectáculo que seguiría los pasos de Fantasía (1940) a manos de dos grandes genios del siglo XX: Walt Disney y Salvador Dalí. Disney encargó en 1945 la producción y John Hench y Dalí trabajaron durante 8 meses en el storyboard del corto, pero el proyecto quedó abandonado por los problemas financieros por los que atravesaba Walt Disney Studios tras la Segunda Guerra Mundial. Después de filmar una prueba de 17 segundos del corto (incluidos en el montaje final), con la intención de reavivar el interés de Disney en su producción, el proyecto quedó en el olvido. Y así, como los amantes que no pueden consumar su amor, Dalí y Disney nunca pudieron materializar en forma de corto su admiración mutua (al menos al principio, la historia oficial no dice nada de una muy probable disensión artística) y los hados nos despojaron la oportunidad de asistir a una pieza de arte única. La realidad superaba a la ficción ¡Oh, fatal destino! Hasta que en 1999 Roy E. Disney, que trabajaba en Fantasía 2000, volteó los designios del funesto destino, y retomó Destino, el corto, y bajo la tutela del animador francés Dominique Monféry se llegó a reconstruir en 2003, descifrando el storyborad original (del que podemos ver algunas imágenes en los créditos), una visión muy cercana a lo que, por interferencias del destino, nos perdimos tiempo atrás.
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Dalí y Disney |
El corto ganó varios premios en diferentes festivales y asociaciones y logró la candidatura al óscar en 2004 al mejor cortometraje de animación, premio que se acabó llevando otra joya, Harvie Krumpet.
Vedlo. No le pidáis lógica argumental, solo dejaos llevar por las notas de Domínguez y la "penelopecrucística" dicción de Dora Luz a través del bombardeo de escenas sacadas del imaginario de Dalí, recreaos en la belleza de esta princesa Disney recorriendo esa arquitectura imposible. Y luego lo volvéis a ver. Porque tendréis ganas de volver a darle al play. Seas un admirador de Dalí, de Disney, del surrealismo, de la animación o simplemente porque te haya enganchado la musiquilla. Y no porque lo diga yo. Es el destino, que al final le acabó gustando que las cosas salieran bien.
Por Isidro Molina
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